E L R E Y
P A D R O T E

 

 

Captain X era un león grande, que apenas había entrado en la edad madura.

Tenía una melena larga y tupida, oscilando entre el color naranja y el color negro. Sus patas eran amplias y gruesas, sus ojos inmensos, con una delgada línea negra que rodeaba la comisura de éstos, (lo que le confería una extraña, galante apariencia bufonesca), una nariz negra, hocico de pelaje blanco, y una cara que siempre parecía divertida.

Él estaba echado (cosa nada rara, porque Captain X se la pasaba echado 18 horas al día después de haber dormido por aproximadamente 14). Como comprenderán, las experiencias que se digan sobre éste personaje son muy breves pues, juntando este modo de vida con que además se la pasa dos horas tratando de desperezarse cada vez que se despierta, nos deja sólo 4 de las 24 que tiene un día.

Pero en fin, para ser sinceros, ese tiempo es más que suficiente para contar las anécdotas de X, (como lo llamaban sus amigos más cercanos).

Vayamos al grano: Captain X es un proxeneta, chulo, padrote, macarra, como quieras llamarlo, pero no uno cualquiera, sino el más grande de toda la jungla.

Tenía un repertorio de putas enorme, leonas, tigresas, cheetahs, venadas, elefantas, hipopótamas, cocodrilas, jirafas, rinocerontas, hormigas, hienas, monas, buitras, cerdas, etc, etc, etc...

Nadie recuerda cómo fue que Captain X empezó su imperio, pero lo cierto es que su monopolio era absoluto, (y él se enorgullecía mucho de ello.)

Pero claro, cualquiera con más de dos dedos de frente se preguntaría ¿con qué se paga a los animales de la jungla a cambio de favores sexuales? Pues era muy simple: con respeto y con cocaína.

Mientras más putas se cogiera uno, más respeto tendría, y le agregaba así más “estatus” social a su raza. (De hecho, es por eso mismo que los leones son considerados los Reyes de la Selva.)

Con respecto a la droga, pues circulaba impunemente. Captain X no lo aparentaba, pero él era muy adicto a la coca. En una hora era capaz de esnifarse hasta veinte líneas, cosa que bastaba para que se le olvidara su hambre leonina.

Y es un viernes por la noche, en que la selva se reviste de su obsesiva y primitiva lujuria, cuando nuestra historia comienza.

Berny la comadreja caminaba entre los matorrales, haciendo ruido y arrastrando su larga cola, que por lo general, estaba siempre llena de tierra. Se metió dentro de un tronco hueco para allanar un poco el camino, y, una vez hubo salido del otro extremo, tuvo que colarse entre los arbustos, rodear un oasis, y finalmente saltar de la rama de un árbol para llegar hasta los dominios de Captain X.

- Hola –le saludó el animalito, respirando con fuerza-
- Hola, Berny. ¿En qué te puedo ayudar?
- Quiero una puta.
- Muy bien, ¿qué clase de puta?
- Me gustaría una cunaguara que me chupe el pipí.
- Una cunaguara, muy bien... espera, que la mando a pedir para que te la traigan en diez minutos. ¿Trajiste protección?
- ¿Protección? –preguntó, con sensible vehemencia- caramba, se me ha olvidado.
- Hmmmmmmmmm...
- No, espera, por favor, espera... –se apresuró, presintiendo el desagradable presagio de un negocio cortado- yo no le voy a pegar nada raro, no estoy enfermo de nada, viejo.
- Bueno, pero entonces te tendré que cobrar una tarifa más alta.
- ¿Darte más coca?
- Síp.

La comadreja entrecerró los ojos, reprimiendo un comentario que podía resultar peligroso.

- Está bien.

Captain cerró los ojos, sonriente, con una de esas expresiones tan propias de él, y que le confería, así de pronto, apariencia de mascarilla demoníaca del folklore chino.

- Ya te mando a llamar a la cunaguara.

Y así, el famoso león proxeneta había despachado a un cliente más de los muchos que trae la noche.

El trabajo de Captain no era en lo absoluto fácil, él no podía andar delegando prostitutas aquí y allá a cualquier cliente, porque vamos; no puedes complacer a un elefante caprichoso que de pronto le entran ganas de pegarse a una coneja.

A veces, el propio Captain tenía negocios más difíciles que atender, como el siguiente...

- Quiero dos putas –pidió un pato- una cocodrila y una leona.
- Uh...

El león se quedó pensativo pues, como todos en su sano juicio saben, las cocodrilas y las leonas no se la llevan nada, pero es que nada bien...

Además, los patos, que de todas las especies son los que están más bajos en la escala de la hombría, siempre hacían peticiones como ésas para elevar su dudosa reputación viril.

Es aquí cuando el proxeneta tenía que ejercer control sobre sus putas.

- Espérame aquí –dijo el león- voy a arreglarlo.

El gran Captain X se levantó, teniendo cuidado de no manchar con arena los anillos de diamantes que llevaba en sus dedos, y se internó entre los matorrales.

Al cabo de pocos minutos, estaba reunido con la cocodrila y con la leona a orillas del pantano.

Las féminas evitaban verse a las caras, el odio entre ambas podía sentirse como una corriente de aire frío.

En el medio, estaba el macarra, sentado, con la frente en alto.

- No sé si pueda hacer mi faena con ella –declaró la felina, viendo hacia la derecha, con obstinación- no me voy a poder concentrar. Además, como ella se la pasa metida en el agua todo el día, hiede. ¡Qué asco!

Las pupilas de la escamosa se hicieron más delgadas, viendo, con rostro inexpresivo (pero con ojos mortales) a su rival.

- A mí me importa una mierda que no te guste como huela –le reprendió Captain X- tú eres una puta, y no tienes que estarte quejando por ese tipo de cosas.

La leona ronroneó, bajando la cabeza.

- Deberías aprender de ella –prosiguió- no está diciendo nada, no está poniéndome inconvenientes, ¿ves?
- Aunque si se me acerca mucho... –comenzó a decir la cocodrila, rompiendo el silencio, con su aguda, voz femínea de pito- no garantizo que no le morderé una pata, o cuando menos la cola.
- Haces eso y lo pagarás caro, no permito que nadie le haga daño a mis putas, ni siquiera otras putas.

La leona volvió a ronronear, restregando su cabeza sobre la melena de Captain X.

La cocodrila sólo se limitó a guardar un espectral silencio.

- Ahora vamos, no podemos seguir dejando esperar al pato.

Y fue así como, por primera vez en la historia de la selva, un pato pudo hacer un menage et trois con una cocodrila y una leona.

Sin embargo, había casos mucho más difíciles, como búfalos depravados, que quería que los devoraran después del sexo.

En ese caso, Captain X les cobraba antes de la experiencia sexual pues ya una vez le había pasado, cuando era un león adolescente e inexperto, recién iniciado en el mundo del proxenetismo, que un cliente inteligente pidió lo anteriormente mencionado y, cuando fue a pasársele la cuenta del servicio que se le había dado, descubrieron que jamás iba a pagar puesto que, obviamente, estaba muerto, reposando en pedazos en el estómago de las leonas.

Pero nada que hacerle, en la experiencia estaba parte del talento y, aunque en su tiempo se sintió humillado y engañado por aquella anécdota, hoy día Captain X agradecía que todas esas cosas le pasaran de joven, y no más tarde.

Se tapó una fosa nasal con una pata, acercó la nariz al suelo, y aspiró una larga línea de cocaína que serpenteaba en el suelo.

La culebra cascabel se deslizó silenciosamente entre las ramas, observando al león.

- Ay, ¿me das un poquito de tu coca?
- No.

El constrictor hizo sonar su cascabel un par de veces, pero por acto reflejo y no por amenazar a Captain X pues, como ya hemos dicho, eso sería una locura.

- ¿A qué has venido? ¿Quieres una puta?
- No...

La serpiente se interrumpió pues, producto de la esnifada, el león estornudó.

- ... vine a ofrecerte un negocio.
- ¿qué negocio? –preguntó, con voz ronca-
- Traerte una puta nueva... una cobra.

A este punto la cascabel se enrolló sobre sí misma y levantó medio cuerpo, para ver cara a cara a Captain, (cosa que demostraba que se estaba dando importancia, porque estaba convencido de que le ofrecía un trato que no podía rechazar.)

- Lo siento, pero ya tengo rameras cobras.

La serpiente tambaleó, con los ojos muy abiertos, incrédula.

- ¡No puede ser! -siseó-
- Sí, tengo a dos.
- ¡Tienes de todo!
- Así es...
- Pero... ¿no te interesaría tener a otra?
- Qué va, con las que tengo basta y sobra, además, las cobras no son muy demandadas hoy día, y domesticarlas para que no muerdan toma mucho tiempo, ya me han dado suficientes problemas desde que una le mordió el pipí al mono.
- Ya veo...
- Ese es el tipo de escándalo que hay que evitar...
- ¿Qué pasó con el mono?
- Pues se murió, naturalmente, sin embargo, logré evitar el escándalo ofreciéndole servicios gratis al padre y al abuelo por un año.

Captain X sacudió la melena, orgulloso de su ingenio.

Al ver que su posibilidad de hacer negocio alguno con el rey de los chulos de la jungla estaba truncado, la cascabel, en silencio, decidió arrastrarse, y perderse de vista.

Como si detrás de los matorrales hubiese una larga fila que esperaba, obedientemente, para hablar con el Gran León, a la usanza de Il Padrino, otro animal no tardó en aparecer...

Esta vez se trataba del buitre.

El enorme pajarraco, derramando plumas viejas aquí y allá, con su cuello arrugado, el moco de carne rojizo cayendo a un costado de su pico amarillento, y las patas fibrosas y duras, se acercó dando saltitos.

- Buenas...
- Buenas, Don Genaro –le saludó el felino- es primera vez que lo veo aquí en mis predios.
- Bueno, sí... –dijo éste, viendo hacia los lados-

Captain X, un león agudo donde los hubiese, descubrió que la situación le incomodaba a Don Genaro, pajarraco respetable quien no quería que lo estuviesen viendo en compañía de putas.

- ¿En qué puedo ayudarle? –se apresuró a decir, con voz cálida y melosa-

El buitre describió un movimiento circular en su diminuta cabeza para que el moco de carne se descolgara de su hocico, como siempre solía hacerlo cada vez que éste oscilaba demasiado.

- Es que, no sé si pueda usted ayudarme con mi petición, pues es un poco especial...

El león abrió bien los ojos, sin saber si reírse o sentirse ofendido.

- Usted pida nada más, por favor, que está en presencia del padrote más exitoso de la jungla, y no ha habido cliente alguno que haya salido decepcionado de mis servicios.
- Bueno, es que... usted sabe, apenas lo conozco y... contarle ese tipo de intimidades, yo, bueno... espero que no se moleste, pero...
- ...¿pero?
- Pero quisiera saber si puede usted proporcionarme a una zorrilla.
- Hombre, ¿y para eso se hace usted un lío? Claro que tengo zorrillas, Don Genaro...
- Pero es que hay un detalle –le interrumpió-

Captain X se quedó callado, viéndolo.

- Me agradaría mucho que estuviese muerta...
- ¿Quiere decir...?
- Es que tras estar toda una vida comiendo pellejos pues, bueno, la necrofilia se convierte en parte de la vida de uno... y sería muy apremiante para mí si la zorrilla estuviera muerta. Pienso pagarle muy bien.

El león se levantó lentamente, hasta cubrir con su enorme cabeza el disco lunar que coronaba el panorama del cielo desde la perspectiva del buitre.

- Está bien, puedo ayudarle. Pero ¿cómo la va a querer? ¿Semi descompuesta o fresca? Mire que si escoge lo primero entonces tendrá que esperar hasta mañana en la noche...
- Oh no, señor mío, no, a mí me gustaría fresca. Soy un buitre, sí, pero no estoy senil, todavía aprecio los calorcitos.

Captain X asintió, sonriente. Levantó una pata para sellar el pacto, y Don Genaro pegó su piquito a ella, describiendo un “sí”, que era como las aves solían hacer tratos.

Fue entonces como los secuaces del gran león (que no eran pocos y mucho menos débiles) se desplazaron a través de la silenciosa jungla para buscar a la mofeta prometida.

Como era la temporada de la Gran Sequía y, por lo general, es ésa la época del año en que, comprensiblemente, más animales mueren, no sería difícil encontrar a una mofeta moribunda quien accediera a terminar con su larga agonía de manera rápida y sencilla. Pero si de casualidad no encontraban otra cosa que zorrillas con una pata en el más allá pero con ganas de seguir viviendo, pues mala suerte, porque los deseos del Rey Padrón deben cumplirse por sobre todas las cosas, y esa es una regla que en la jungla debe mantenerse persecula seculorum.

Aunque la mayoría de los animales que acudían a solicitar los servicios del chulo más importante, imponente, y prestigioso de toda la jungla confiaban en Captain X, había algunos que no lo hacían, y por ello enviaban a "intermediarios", tal era el caso de la hiena, quien venía en representación de un amigo.

- Hola –saludó el voraz can, de gran pecho y culo chupado, moviendo su cola zarrapastrosa- vengo en representación de la cebra, quien quiere solicitar un servicio especial.
- ¿Ah, sí? ¿Cuál servicio?
- Pues quiere que le hagan un fisting.
- ¿Cómo es la vaina?

Aún cuando ya se ha repetido hasta el cansancio que no hay chulo en toda la selva, de todos los bosques del mundo, que iguale al imperio de Captain X, hay que aclarar una cosa: él no entiende los términos raros establecidos para calificar ciertas actividades, juegos y jugueteos del enorme argot sexual, (le obstinan), por lo que siempre hay que hablarle muy claro, lo más que se pueda...

- Que quiere que le metan una pata en el culo.
- ¡Coño! ¿Una pata?

La hiena se quedó viendo a los ojos al león, pensativo.

- Pero no me refiero al animal –aclaró, con un brillo de deducción en sus ojos inteligentes- no estoy hablando de las patas que hacen cuac cuac, sino a las patas que tienen dedos... ya sabes, como las tuyas o las mías.
- Aaahhh... menos mal. Bueno, estamos hablando de una cebra ¿no? Pues habría que buscarle algo grande, como un caballo, un ñú o tal vez un alce.

La hiena asintió, se dio media vuelta, y desapareció entre los arbustos, con poca agilidad.

Ahora que se han hecho una idea de cómo es el negocio de Captain X, y qué decisiones debe tomar día con día, es hora, pues, de empezar con los episodios formales que conforman la presente obra.

 

 

 

 

 

 

EPISODIO 1: LA INICIACIÓN

 

"Ayer pasé por tu casa, y me cagué en tu puerta pensando que me querías... hoy que ya sé que no me quieres, ¡devuélveme la mierda, que es mía! "

Anónimo

 

 

La gran jungla africana, el lugar más peligroso del mundo, es, a la vez, el sitio donde se suscitan las historias más descarnadas.

He aquí una.

Un día trajeron a una venada de 15 años (en realidad tenía cuatro, pero cuatro años para la edad de un venado son 15 en estándares humanos) que se quería meter a puta porque su familia, que había sufrido la inclemencia de la sequía, ya no podía darse el lujo de mantenerla en el grupo.

Así que un amigo, (quien fue el que le dio el dato de que podía meterse a puta), fue quien la llevo ante nadie menos que Captain X.

La venada, quien tenía una tersa figura, una colita blanca y suave, y un trasero esponjoso, se sonrojó hasta los cuernos cuando el amigo le explicó al león que la traía porque ésta aspiraba a trabajar en el negocio de la mala vida.

- ¿Qué experiencia tienes tú? –le preguntó X, sentado sobre la arena, mientras el sol le daba en la espalda-

La jovenzuela tragó saliva, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no le temblara la voz.

- Ninguna...
- ¿No has puteado nunca en tu vida?
- No, señor.
- ¿Ni siquiera una sola vez?
- No –insistió, más nerviosa que antes- soy... virgen.

Captain X la observó con suspicacia, para ver si estaba mintiendo.

- Está bien, te creo.

Dicho esto, el felino bajó la cabeza hasta el suelo, haciendo temblar su melena, y antes que la venada le preguntara si se sentía mal -o algo-, éste aspiró una delgada franja de polvo blanco que estaba colocada sobre una roca plana y redonda.

- Aaaarhjj, bueno –repuso, levantando otra vez la cabeza- te llamaré a la yegua que tiene años trabajando conmigo, para que te de un paseo y te enseñe como son las cosas aquí. Considérate contratada.
- Muchas gracias, señor león.
- Cuando termines el “tour” ven para acá otra vez, para fijar tu horario.

La chica asintió y, en menos de 3 minutos, una yegua madura y de pelaje marrón se apareció, haciendo una seña con la cabeza a la venada, para que la siguiera.

Se internaron bosque adentro y, al cabo de estar caminando por casi treinta minutos, en silencio, salieron a un paraje a lo alto de una colina, desde donde se podía contemplar todo el cielo del valle, arropado con una manta naranja, el color propio de las épocas de la sequía.

La yegua se detuvo al borde del barranco, zarandeando su cola como un péndulo, viendo en dirección al sol, que con su forma de disco brillante, se distinguía como un dios en los predios de la selva.

- Me dieron el dato de que eres virgen ¿es éso cierto?
- Sí, es cierto –se apresuró a decir la chica- me parece extraño que a todo el mundo por aquí le cueste trabajo creerlo.

La yegua bajó la cabeza y la subió casi al instante, forma en que los equinos demostraban que algo les hacía gracia.

- Se nota que eras una niña de casa rica, acomodada, de clase alta, pero ya irás comprendiendo cómo son las cosas por aquí. Mientras tanto, te enumeraré las reglas básicas, y préstame atención, porque son sagradas, nadie las ha roto ni tampoco nadie las romperá, pues es la Ley de las Putas de la Selva, ¿me entiendes?
- Sí.

Antes de proseguir, la yegua echó un escupitajo al barranco.

- Número 1; tienes que acostarte con quien sea. Una puta no puede estar haciéndose ideas falsas ni cualquier otra estupidez. Los clientes que vienen más a menudo no son los que tú te esperas, como un venado fuerte, grande y rico, ni tampoco un búfalo joven y bien parecido. Todas las hembras han fantaseado alguna vez con ser una puta, y no me digas que no, porque sabré que me estás mintiendo. Lo cierto es que por aquí van a venir tanto viejos como bichos raros, y no puedes darte el lujo de hacerle asco a nada.

La venadita, quien ya había repasado mentalmente ese punto desde que había decidido meterse a la mala vida para subsistir, pensó, fugazmente, en que cuando llegara un cliente de ésos, ella sólo cerraría los ojos, y pensaría en otra cosa.

- Número 2; a veces vienen clientes con peticiones extrañas, y tienes que complacerlos. Sin embargo, si alguno de ellos se pasa, -cosa que es muy posible-, tú lo único que tienes que hacer es relinchar para que los matones de Captain X vengan y se encarguen de la situación. Ellos siempre te van a escuchar, porque cerca de cada claro, donde por lo general se atiende al cliente, siempre hay un par de jaguares que están cuidando que la situación no se salga de las manos.

La chica asintió, sintiéndose algo aliviada.

- Número 3; se te va a pagar con comida y con agua primero, y luego, si te portas bien y los clientes dan una buena referencia de ti, se te empezará a suministrar drogas, y no seas pendeja, no empieces a hacerme señas de no con la cabeza, como si tú fueras una niña decente que no “se mete” esas cosas. Acepta la droga que te den, porque tener un vicio no es tan malo como otros lo pintan. Y ya, eso es todo, esas son las 3 reglas principales para ser una puta.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- ¿Qué?
- ¿Qué es ésa cicatriz que tienes en el estómago?
- Ah, ¿te refieres a ésta? –dijo, girando la cabeza sobre su hombro, y observando una larga marca que se extendía en uno de sus costados- es un aborto. Llevo seis, hasta la fecha.
- ¿Y nunca has querido quedarte con uno?
- ¿Con un niño? Pues mira, una vez tuve uno, pero al cabo de un rato nos dimos cuenta que era medio raro... es lo que pasa cuando te drogas y sales preñada.
- Verga... ¿y qué pasó con él?
- Captain X se lo vendió a un mapache pederasta.

La venadita casi se cae al suelo de la impresión. Abrió los ojos, sorprendida.

- ¿Tienes alguna otra pregunta que quieras hacerme?
- Bueno, sí.
- Dime...
- ¿Alguna vez has tenido un orgasmo?
- Hmmmnn, la verdad, es que no tengo idea. Algunas amigas me han contado que es algo que te sacude toda por dentro. Existe el mito de que los delfines son los únicos que pueden tenerlos, pero esa es pura mierda. En fin... ahora soy yo quien quiere hacerte una pregunta.
- Ok, dime...
- ¿En verdad no te han cogido NUNCA en la vida?

La venada abrió bien los ojos y, con firmeza, negó con la cabeza.

- Bueno –repuso la yegua- creo que ya sabes lo que tienes que saber para iniciarte en el mundo de la putería, volvamos a hablar con Captain, para decirle que estás lista.
- Ok.

Para cuando las féminas regresaron ante el león (que estaba a punto de dormirse) ya el ocaso estaba dominando el cielo africano.

Captain se levantó con esfuerzo, y abrió los ojos, lentamente.

- ¿Ya está?
- Sí. Le expliqué las tres reglas.
- Bien, entonces déjanos solos.

La yegua se dio media vuelta y se retiró por el claro.

- Te pondré a trabajar esta misma noche, ¿estás segura de que quieres hacer ésto? –le advirtió el león- es tu última oportunidad.

Justo cuando creía que ya se había mentalizado que tenía que hacer lo que tenía que hacer para subsistir de ahora en adelante, por el resto de sus días, la chica sintió una renovada incertidumbre, el cual ella misma decidió romper, asintiendo con firmeza.

- Bueno –repuso Captain X, sonriente- pero hay una cosa más...
- ¿Qué cosa?
- Si te acercas, te digo.

La venadita miró con cara de sospecha al león, sus ojos, que tenían pestañas muy largas y negras, se abrieron más. Sin embargo, no le quedó más remedio que acercarse a él.

- ¿Qué cosa? –preguntó otra vez, frente a él-
- Ven, que te lo digo al oído...

Captain X estiró el cuello, y le empezó a susurrar en la oreja algo que hizo que ella tuviera que reprimir un grito.

- Yo quiero lo mejor para mis clientes, así que tienes que practicar primero conmigo.

La venadita giró los ojos, torció la boca, diciendo: “está bien”.

- Ok, pero colócate en el suelo porque si estás parada no alcanzo...
- ¿Cómo, así?
- Sí, así... quédate quieta.

Sintió el peso del león sobre su lomo, mientras éste se acomodaba.

- Si te duele mucho me dices, ¿ok, amor?
- Ok.

El león reclinó sus patas traseras, montó a la venadita, hizo lo que tenía que hacer y, al cabo de 5 segundos, acabó.

Captain X se separó y se echó al suelo, jadeando.

- Coño... ufff... ¡qué ardiente eres!
- ¿Ya? ¿Éso fue todo? –preguntó la chica, poniendo los ojos en blanco-
- Claro, ¿qué esperabas? ¿tenerme aquí durante TOOOODA la noche?
- Caramba, yo creo que deberías dejar de oler ese polvo blanco...
- Cállate chica, y déjame descansar.

El león se echó al suelo, jadeando todavía.

La siestecita que se había echado cuando la yegua se llevó a la venada a la colina había hecho que el efecto de la droga se apaciguara, y eso trajo más claridad a los sentidos del león, y cuando sus sentidos se aclararon, (sumado además con el esfuerzo que acababa de hacer) hizo que sintiera algo...

Hambre.

Abrió sus grandes ojos para ver el rabo de la chica, quien estaba de espaldas a él, meneando la cola y sacudiéndose el polvo con la cabeza.

- Oye, ¿y cuánto me va a tocar a mí de lo que paguen los clien... ¡¡AAAAAAAAAAAAAHHHHH!!

Lo último que ella vio antes que sus ojos se nublaran para siempre, fueron los colmillos largos y afilados del león, clavándose sobre su garganta.

Para cuando la luna reemplazó al sol, y el cielo no era sino un largo manto negro, los huesos blancos y limpios de la venadita estaban apilados a un lado, en un pequeño montón.

Captain X bajó la cabeza, con el orgullo herido.

Su instinto animal y primitivo pudo, una vez más, con su voluntad de proxeneta...

 

 

EPISODIO 2: PETICIONES EXTRAÑAS

 

 

"Ayer pasé por tu casa, y tu mamá me sacó un revólver... hoy ya lo sé para no vólver... "


Anónimo

 

Captain X, como ya hemos dicho incansablemente a través de esta historia, es el proxeneta más exitoso que tiene no sólo la selva africana, sino jungla alguna en todo el hemisferio.

Y, como ya se habrán dado cuenta, él es, además, un grandísimo hijo de puta.

Por lo general, lo normal es que un macarra sea ambicioso, por lo tanto, es natural pensar que, cuando obtiene ganancias que sobrepasan las expectativas, las invierte en expandir su negocio. Pero cuando uno llega hasta el nivel de nuestro león, entonces las cosas se complican bastante, porque si bien uno ya es reconocido, respetado y rico, que son las cosas que primariamente más se quiere cuando alguien se inicia en esto del proxenetismo, entonces empieza el declive de la ambición material para fertilizar un vicio mucho más peligroso: el de la ambición espiritual, que está íntimamente ligado con el orgullo. ¿Qué quiere decir ésto? Pues que al tener las mejores putas de la jungla, Captain X se empeña en que ningún cliente se le vaya desilusionado, y la raíz cuadrada de eso es que el cliente en cuestión consiga las cosas que quiere.

Además, hay otro factor que se une a la ecuación: al ser tan reconocido, y al atraer a toda la población de potenciales clientes, se ligan, indefectiblemente, aquellos bichos raros de la jungla que no se conforman con el sexo convencional y piden cosas raras.

Tal es el caso de este episodio.

Captain X se estaba despertando, y sentía la lengua seca, las retinas que le ardían al más mínimo contacto solar, los músculos cansados, unas desmesuradas ganas de hacer pipí, y un cansancio propio de los niños que se tienen que levantar a las 5 de la mañana.

Además, estaba pagando las consecuencias, pues como él era de esos jefes que, no importa cuán grande fuese su imperio, quería estar en todas partes y tomar decisiones sobre cualquier cosa, (no importa cuan pequeña ésta fuese), ahí, frente a él, fastidiándolo, estaba el puma, que le decía algo sobre un cliente nuevo, que solicitaba cierto servicio. Escuchó algo de una leona que quería encontrar su punto G, y para ello iban a emplear una culebra.

Más tarde, cuando finalmente hubo satisfecho sus necesidades fisiológicas, bebido agua y por lo tanto despabilado, se dio cuenta de que la cosa no era tal como la había escuchado, sino mucho peor: se trataba de una culebra mapanare que quería encontrar su punto G, y estaba empeñado en que se lo hiciera una leona.

Se trataba de una culebra muy rica que venía del desierto, Captain X sabía por experiencia que no hay nada más terco que un animal millonario, que se empeña siempre en hacer las cosas a su manera.

Por un momento, al león se vio a tentado a decir “dile que se vaya al cuerno”, sin embargo, su orgullo felino pudo más que su malhumor, “no” –pensó- “hoy no será el día en que alguien pida algo y yo no sea capaz de dárselo”.

- Vamos a hablar con él.

Cuál fue su sorpresa que la mapanare en cuestión no era una culebra, sino un culebro, es decir: un macho constrictor.

Si el lector no está muy familiarizado con los temas sexuales de la nueva era, el famoso punto G es algo que tienen las hembras dentro de su aparato sexual reproductor, y los machos bien metido dentro del...

Se supone que el tocarlo y masajearlo con la punta del dedo, provoca estimulaciones bastante placenteras para ambos sexos, y pues la mapanare quería conseguir el suyo.

Para cuando llegaron al claro pantanoso y gris, como si fuese un círculo abierto adrede en un campo de espigas verdes, Captain X atestiguó, con sus propios ojos, la verdadera riqueza de la serpiente.

Llevaba en la cola dos anillos de platino con enormes rubíes enmarcados, uno rojo y uno azul... si el cielo no hubiese estado cubierto por un cobertor de cúmulos grises, posiblemente los destellos de las gemas lo enceguecerían.

Alrededor del cuello llevaba anudada una cadena de oro, muy delgada y muy ligera.

Veía con aire de dignidad al león, mientras salía lentamente del agua y se enrollaba, sacando la lengua.


- Buen día –saludó Captain-
- Buen día.
- Tengo entendido que usted requiere un servicio especial...
- Así es, y para ello, requiero la asistencia de una leona –declaró la mapanare, con tono aristocrático-
- La buena noticia, señor, es que, en efecto, podemos ayudarle, la mala es que, como comprenderá, es usted un animal de cavidades estrechas y pues bueno, hasta la garra del dedo meñique de una leona es más grueso que su, que su... su... ya sabe. Comprenda usted que lo último que yo quiero es que un cliente salga lastimado.
- Por mí no se preocupe, señor –cortó la serpiente con tajancia-

Y dicho esto, se hizo el silencio.

Captain X acercó su enorme hocico a la oreja del puma, y ambos felinos empezaron a hablar en voz baja, entre sí.

- Muy bien –repuso el león, levantando la cabeza- espere usted aquí, que ya volveremos.

La serpiente contestó siseando amablemente.

Se metieron dentro de los matorrales para conferenciar en privado, y discutir qué herramientas podrían darle a la leona para complacer a tan excéntrico reptil.

- Llámame a Shu, el tigre –ordenó al puma- él es inteligente, y alguna idea se le ocurrirá.

Rato después, dicho felino, de apariencia imponente, aún más grande que el mismísimo Captain X, con una cabeza cuadrada y colmillos largos y afilados, unos ojos destellantes y una musculatura que vibraba a cada elegante paso, y atestiguaba el inmenso poder de la voraz máquina de matar rayada, se plantó frente al león.

Era impresionante que semejantes patas no hicieran ruido al pisar las hojas secas desperdigadas por el suelo.

- Saludos. ¿Para qué me has mandado a llamar?
- Saludos, Shu, te he mandado porque necesito de toda tu sabiduría.
- Puedes contar con ella –repuso el tigre, orgulloso- dime, ¿qué deseas saber?
- Cómo hacer que la leona le dé por el culo a la culebra.

El tigre se quedó en silencio, viendo a Captain X con ojos entrecerrados y expresión desilusionada, ladeando ligeramente la cabeza, mientras las comisuras del hocico se le iban hacia abajo, y fruncía el ceño, torciendo los belfos.

- ¿Qué?
- Te explico: resulta que me llegó una mapanare que quiere alcanzar su punto G, y necesito saber qué instrumento puede usar ella para complacer a tan caprichosa culebra... sin contar que al más mínimo forcejeo podría reventarla.
- ¿Y qué diablos voy a saber yo? ¿Para éso necesitas de mi sabiduría? ¿Para preguntarme cosas así? ¡Pídele esa clase de consejos a la hiena!
- Cónchale Shu, no me salgas con eso, mira que es en serio. Además, te conviene estar en buenos términos conmigo, pues nunca se sabe cuando vayas a solicitar mis servicios.
- ¡Yo no necesito de tus servicios! –reviró el tigre, furioso- ¡Yo lo mío me lo gano!
- Bueno, pero ya estás aquí –le respondió Captain X, con calma, haciendo uso de su hábil vena diplomática- y pienso yo que encontrarle una solución al problema que te acabo de plantear es tan meritorio (o más) que los misterios más enrevesados de la jungla. ¿O me vas a negar que para encontrarle solución a ésto se necesita de gran inteligencia? ¿Cómo puede hacer una leona para conseguirle el punto G a una mapanare?

Con ello logró engatusar al tigre, quien aún molesto y escandalizado, bajó la cabeza para ver al suelo, sus ojos verdes, que aún fuera del contacto del sol resplandecían como si poseyesen luz propia, llenos de inteligencia, se perdieron en la nebulosa de sus pensamientos.

Captain X, quien tampoco se quedaba atrás en eso de tener materia gris en abundancia, hacía también su parte, echándole neuronas al asunto.

Sin embargo, fue Shu quien dio con la primera (y final) solución.

- Ya lo tengo...
- Dime
- Escucha con atención: es en la aldea de aquellos que caminan en dos patas. Ellos protegen su rebaño dentro de un círculo especial (y lo sé porque ya varias veces les he robado, durante la época de la escasez), este círculo está lleno de vacas. Alrededor de todas ellas hay, enterradas en la arena, grandes palos; estacas de madera que ellos tallan de los árboles, y entre dichas estacas existen, amarrados a los maderos, bien tensas, cosas plateadas y finas, muy largas, hechas de metal, una arriba de otra, separada por varios centímetros, seis o siete, (no lo sé bien), que van de un palo a otro, y que forman una barrera, evitando que las vacas se salgan.
- ¿No puedes decir que es una alambrada y ya, cretino?

El tigre giró los ojos, con malhumor.

- Ok, una alambrada –repuso, sin la misma excitación que antes- los alambres son delgados y largos, con eso podría la leona alcanzar el punto G de la serpiente.
- ¡Excelente idea! ¡Eres un genio, Shu! ¿Sabes tú donde queda ése lugar?
- ¿La aldea de los que caminan en dos patas?
- Sí sí, la de los negritos... ¿sabes dónde queda?
- Sí.
- Te recompensaré grandemente si vas para allá, cortas un alambre, y lo traes para acá. ¡Estaré en deuda contigo!

El tigre se lo pensó un rato, y finalmente, decidió ir.

- Regresaré en una hora –dijo por fin, antes de desaparecer como un relámpago entre los matorrales, haciendo temblar toda la selva a su trote-

Cuando el tigre corría, todos los animales, incluso los elefantes, se apartaban de su paso. Parecía un cometa refulgiendo entre fuego dorado y negro, que podía abrirse paso incluso entre las mismísimas rocas.

Una vez la feroz bestia hubo llegado hasta la alambrada (cuyo interior estaba vacío, a excepción de una miserable vaca raquítica, con las ubres secas, que estaba medio muerta, echada en un costado), cortó hábilmente, con sus garras, un trozo de alambre, pero cuál fue su sorpresa que al darse la vuelta se encontró con tres niñitos de la tribu de los Massai que por poco no se lo comen vivo (a excepción de una de sus patas traseras, que lograron arrancársela a punta de mordiscos antes que pudiera quitárselos de encima y emprender su huida).

El tigre, más muerto que vivo, consiguió entregar el alambre, y desde ese día, Captain X estaría en eterna deuda con él.

Con las largas y duras garras de la pereza, consiguieron redondear un poco los bordes del alambre, para así asegurarse de que no quedaban fracciones cortantes, ni nada que pudiera malograr la salud del cliente.

La mapanare, que ya se estaba impacientando, vio por fin a la leona, con un alambre agarrado a una pata.

Y fue así como el negocio del proxeneta más grande y exitoso de todo el hemisferio conservó su pesado título de invicto, derrotando, una vez más, a lo imposible.

 

 

CANCIÓN DE LA MAPANARE CUANDO LE ESTABAN ENCONTRANDO SU PUNTO G

 

Ay ay ay, ay ay ay

Ay, ay, ayyyy, ayayayyy...

Coño, coño, ay, ay, ay...

Ay, coño, ay, coño, ay...

Cuidado, coño...

Ay, qué rico, ay

 

 

 

EPISODIO 3: HIPOPÓTAMO METROSEXUAL

 

 

"Ayer pasé por tu casa e intenté cazarte un búho, pero no se “púo”..."


Anónimo

 

 

 

Juan Manuel era un hipopótamo metrosexual.

Desde luego, sólo lo era de mente, porque como ustedes sabrán, no puede haber tal cosa como un hipopótamo metrosexual, por más que éste quisiera.

Primero, por su forma anatómica: no alcanza ningún lugar de su cuerpo con sus propias patas, no tiene forma de arreglarse ni verse más atractivo.

Segundo, por lo mismo: un hipopótamo no puede adelgazar ni hacer ejercicio, sino vagar, por toda la letanía que dure su vida, en el pantano.

Sin embargo, Juan Manuel estaba empeñado en ser metrosexual, era lo que más anhelaba, y últimamente, se le iba la vida en ello.

Hacía todo lo posible por tener una personalidad sexy, por ser interesante, e incluso, se esmeraba en oler bien, usando las plantas aromáticas, restregándose contra ellas hasta arrancarlas de raíz. Sin embargo, a la hora de cosechar los frutos de la labor metrosexual (o sea: ir a conquistar hipopótamas) Juan Manuel fracasaba rotundamente, porque a pesar de todo, se veía más bien extraño, y no atractivo, porque parecía un galante tigre atrapado en el cuerpo de un inmenso animal.

Entonces fue cuando, viendo que todos sus esmeros no hacían sino desaparecer en la negrura de un barril sin fondo, cayó en una depresión tan profunda que bajó 600 kilos y no tenía ganas de vivir más.

Pero como todo gordo simpático, Juan Manuel tenía muchos amigos, que rápidamente se pusieron manos a la obra.

Una noche todos se reunieron en un gran círculo, alrededor de una fogata.

El cocodrilo combino en que no podían darse a la tarea de hacer por ellos mismos lo que Juan Manuel no alcanzaba a hacer con sus propias extremidades: acicalarlo, arreglarlo, peinarlo y todo lo demás, porque tendrían que estar todos los días en la misma cosa, y ellos también tenían una vida que vivir.

El conejo dejó claro que, por más que tratasen, no podrían consolar a Juan Manuel ni tampoco quitarle el sueño de ser metrosexual, pues si alguien llegaba al extremo de querer morir por no lograrlo, entonces sería fútil hacerse la idea de que lo convencerían de dedicarse a otro hobby.

La hiena estuvo de acuerdo con el conejo y agregó, además, que la llave de la felicidad del hipopótamo sería que pudiese tener una cita con alguien que fingiera que Juan Manuel estaba buenísimo, y que era un tronco de partido.

Todos, casi al unísono, pensaron en una misma persona: Captain X.

Acudirían al león y arreglarían una cita para Juan Manuel, sin que éste lo supiera.

Para ello, designaron al conejo.

El animalito, caminando de esa forma tan graciosa y particular de los conejos, esperó su turno y, una vez estuvo frente al proxeneta más famoso e importante de toda la jungla, habló.

- Deseo solicitar un servicio muy, muy, muy especial...
- Sí, dime –replicó con desdén el felino, fastidiado ya de clientes que creían que tenían fantasías más extravagantes que las que él había que oír en todos sus años de experiencia como chulo-
- Es para un amigo que se llama Juan Manuel, es un hipopótamo, y es imperativo que él no se dé cuenta que su pareja es una puta.

Captain X aguzó sus orejas, interesado.

- ¿Quieres decir que la puta debe pretender que es sólo sexo casual, y no que está ahí porque le pagaron?
- Sí, ¡exacto!
- Hmnnn... ¿y qué desearía él? ¿Una hipopótama?

Tras esa simple pregunta había mucha suspicacia. El conejo pensó de inmediato que no podría ser una fémina de la misma especie que Juan Manuel, porque los hipopótamos son uno de los pueblos más chismosos de toda la selva, y entre ellos, se sabía quiénes eran putas y quiénes no. Tenía que ser de otra especie...

- Que sea una rinoceronta.
- ¿Una rinoceronta? Magnífico, ¿para cuándo la desea?
- Para mañana por la noche.
- Ok. Yo le daré las instrucciones a la rinoceronta para que todo salga bien.

Luego de acordar la forma de pago, el conejo se fue contento, y se lo contó a sus amigos.

No tardaron ni cinco minutos en entretejer el plan perfecto: organizarían una fiesta e invitarían a Juan Manuel, y es ahí donde (como si fuese una invitada más) se aparecería la rinoceronta en la fiesta, y lo demás sería historia.

Designaron al búfalo y a la culebra para convencer al hipopótamo de ir a la reunión social, y aunque les costó mucho, lo lograron: le hicieron darse un baño, le ayudaron a limpiarse sus enormes pezuñas, y cepillaron sus enormes dientes redondos, sacando, en el proceso, los huesos de tres hombres y un niño. (La primera causa de muerte por animal en África es el hipopótamo).

El inmenso animal fue cabizbajo a la fiesta, rodeado por sus amigos.

- Recuerda, debes fingir que te haces su amiga, y que lo encuentras sumamente atractivo –le recordó, mientras tanto, Captain X a la rinoceronta, en una llanura cercana-
- No te preocupes...

La puta enfiló a paso lento hacia la fiesta, y llegó en el momento oportuno, puesto que Juan Manuel no decía absolutamente nada y los demás ya no hallaban qué hacer para seguir pasando el tiempo.

La recibieron como una amiga más, la actuación fue perfecta, y luego se la presentaron al hipopótamo.

- Juan Manuel, ella es Patricia, Patricia, él es Juan Manuel.
- Hola, hermoso, ¿qué hace un hipopótamo tan chévere como tú aquí tan solito?

Fue así como las horas pasaron, se hizo más de la medianoche, y mientras los amigos celebraban en secreto el triunfo de su plan, el hipopótamo (que ya parecía otro, pues su depresión se esfumó como el humo) hablaba sin parar con su amiga nueva.

A eso de las tres de la mañana, Juan Manuel, tal como en los viejos tiempos, riendo, haciendo bromas y alegre, se despidió de sus amigos, y se fue junto con la rinoceronta.

Escogieron un pantano bastante llano para estar un rato ahí y hablar en privado.

Cuando ya estaban a punto de caramelo, el hipopótamo dijo:

- Mi amor, ¿estás segura de que quieres hacer ésto? ¿No querrás unos días más para pensarlo?
- No chico, vamos a darle ya...
- Escúchame, por favor... piénsalo bien, porque tal vez mañana te arrepientas de haber hecho ésto , sin haberme conocido mejor.
- Estoy completamente segura...
- No quiero aprovecharme de mi condición de estar demasiado bueno, ni nada por el estilo...
- Si no me lo metes ya, me muero...

Y dicho esto, pasó lo que tenía que pasar.

Al día siguiente, cuando Juan Manuel se despertó en algún lugar de la selva que no era su casa, la resaca y el dolor de cabeza no fueron rivales para su alegría, que era tres veces más grande que él mismo, y por lo menos veinte veces más pesada.

Era como si hubiese renacido en una cáscara de huevo, e impregnada en ella hubiese dejado todas sus depresiones, todos sus malos pensamientos.

Era otro, volvía a nacer, una etapa nueva fertilizaba su vida.

Se la pasó todo el día bailoteando por el camino y jugando en el agua, de más buen humor que nunca en años, exactamente como pensó que jamás antes volvería a sentirse.

“Una nueva etapa comienza en mi vida” –pensó, creyendo que el destino sólo le había colocado la prueba de estar hasta el borde del muelle, a pocos centímetros del abismo-

Se preguntó, entonces, donde estaba Patricia, la rinoceronta, para saludarla e invitarla a salir otra vez en la noche.

Para entonces ya era la mitad del día, y el cielo africano estaba cubierto por una ignominosa nube oscura. Juan Manuel tenía una inmensa sonrisa en el rostro.

Los hipopótamos son grandes, feos y gordos, sin embargo, tienen algo bueno: el sentido del olfato. Por lo que no le tardaría mucho tiempo hallar el aroma de Patricia, y rastrearla.

Cantando y dando brinquitos, Juan Manuel ascendió una colina, apartó un par de árboles, llegó a un claro y...

Oh, fortuna.

Patricia estaba en posición perrito, mientras un inmenso elefante estaba encima de ella, montándola.

Por un momento, todo alrededor del hipopótamo empezó a dar vueltas, como si estuviera borracho, pero con total sobriedad. Casi perdió el equilibrio, su mente se vacío como si una mano gigantesca y negra le hubiera apretado el cerebro, y, justo cuando recuperó la compostura, justo cuando su cabeza se iba a llenar de pensamientos malos, intervino la voz de un jaguar.

- ¡Epa! ¿Qué estás viendo? Hazme el favor y deja a la puta trabajar tranquila, ¡anda a hacer tu maldito voyeurismo a otro lado!

Juan Manuel bufó, furioso. Los ojos se pusieron rojos, y su mandíbula estaba tan apretada que habría podido fragmentar incluso al más duro diamante.

La rinoceronta, asustada, apenas alcanzó a balbucear un “¡Juan Manuel!”, el elefante, que casi se cae, pensó que era el marido de la puta y que hasta ahí había llegado su vida. El jaguar, que era el que siempre controlaba la situación cuando algo salía mal con las chicas de Captain X, se apartó, entendiendo que, por más fiero que fuera, no sería rival para un hipopótamo enfurecido.

Juan Manuel empezó a correr, con todas sus fuerzas, como un tren imparable.

PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM

Las aves emergieron asustadas de las copas de los árboles.

PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM

Los ñúes y búfalos iniciaron una estampida, huyendo.

¡¡PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM!!

Los cheetahs corrieron de una forma tan ejemplar que, de haberlo hecho así antes, no se les habría escapado jamás presa alguna, aún si el viento fuera una de ellas.

¡¡¡PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM PUPUPUM!!!

Las manadas de leones iniciaron su migración al sur...

Gritando enloquecidamente, Juan Manuel subió por un acantilado y, sin pensarlo dos veces, se arrojó por el precipicio...

 

 

 

 

EPISODIO 4: 5 minutos antes…

 

Cada historia tiene un final, aunque sea malísimo...

 

 

Aquél día por la tarde, era el final de la jornada de todas las putas del primer turno que pertenecían al magnífico imperio de Captain X, el proxeneta más grande de toda la jungla, de toda la historia...

El león tenía un nuevo problema entre manos (aunque él ni siquiera se dignaba a considerarlo problema), que todas sus prostitutas, leonas, tigresas, cheetahs, venadas, elefantas, hipopótamas, cocodrilas, jirafas, rinocerontas, hormigas, hienas, monas, buitras, cerdas y un larguísimo e inmedible etcétera, se habían conglomerado en el lugar para exigir más derechos al león, y que las trataran un poco mejor.

- ¡No exigimos más droga de la que nos das, no exigimos que nos pagues nada, sólo queremos tener más derechos! ¡Nos pones a trabajar 15 horas al día! ¡No nos das más que 10 minutos de descanso! ¡Nos estamos muriendo casi 7 años antes de lo que dura nuestro período de vida!
- ¡Sí! –atajó una conejita, con voz temblorosa- ¡Esto es una esclavitud! ¡Estamos trabajando para ti a cambio de nada, y en ello se nos va la vida! ¡Por lo menos danos más derechos!

Todas, al unísono, prorrumpieron en una sola voz:

- ¡Derechos, derechos, derechos, derechos, derechos!

Captain X, sin embargo, les contestó con una estruendosa y larga carcajada.

- ¡A veces, incluso, nos mandas a morir cuando viene uno de esos clientes locos! –exclamó la osa panda, llorando- ¡Tienen que haber leyes! ¡Tienen que haber más derechos!

- ¡Derechos, derechos, derechos, derechos, derechos!

- ¡Callaos ya, imbéciles! –rugió el león- ¡No sois más que unas putas! ¿Os habéis vuelto locas? ¡Putas sois, y putas os quedaréis por siempre, hasta que no seáis sino cadáveres y comida para los buitres!
- ¡Exigimos nuestros derechos!
- ¿Queréis derechos? ¡Pues aquí lo tienen!

Dicho esto, escupió sobre la multitud, y luego se echó a reír.

Las putas volvieron a gritar “derechos, derechos” manteniéndose juntas.

- ¡Ya está! ¡Os habéis quedado sin droga por un mes! ¡Sin droga, y sin 10 minutos de descanso, ¿Contentas?
- ¡Derechos, derechos, derechos!

Captain X se volvió a reír, y luego bostezó.

La multitud, poco a poco, se fue acallando, como si el timbre de todas sus gargantas perdiera energía.

Un punto negro se cernió sobre el león, que, con arrogancia, se veía las pezuñas de su pata izquierda, indiferente.

Dirigió la mirada hacia las putas y cuál fue su sorpresa que ya no lo veían a él, sino hacia arriba.

Captain X levantó entonces la cabeza, y lo último que vio fue un gigantesco bulto de carne precipitándose encima suyo.

El ruido que ocasionó la humanidad del hipopótamo al caer del precipicio fue similar al de una explosión, generando, además, una tormenta de humo.

Las putas, boquiabiertas, no gritaron ni se movieron, sólo veían hacia delante, en estado de shock.

En algún lugar, debajo de aquel descomunal cuerpo, se hallaba Captain X, aplastado como una lata...

Desde aquél día, la selva volvió a la normalidad, y ningún animal se atrevió a dedicarse al proxenetismo, e igualar la leyenda del chulo más grande que jamás ha habido en la selva...



 
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